“¿Quiénes son los mártires? Son esas mujeres y esos hombres que, siguiendo la verdad del Evangelio, molestaron a los opresores y los desenmascararon. Por ello sufrieron infamia, persecución, represión y murieron asesinados”. (Jon Sobrino)
Los religiosos palotinos Alfredo Kelly, Alfredo Leaden, Pedro Dufau, Emilio Barletti y Salvador Barbeito fueron masacrados por un grupo de tareas en la parroquia San Patricio del barrio porteño de Belgrano el 4 de julio de 1976.
Mauricio Silva, integrante de la Fraternidad Carlos de Foucauld, fue secuestrado y desaparecido el 14 de junio de 1977, mientras barría la vereda en la intersección de las calles Margariños Cervantes y Terrero de la Ciudad de Buenos Aires.
Al obispo de San Nicolás, Carlos Horacio Ponce de León, le arrebataron su vida en un fraguado accidente automovilístico en la Ruta 9, a la altura de la ciudad de Ramallo, el 11 de julio de 1977.
Las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon fueron desaparecidas y arrojadas vivas al mar junto a las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, María Eugenia Ponce de Bianco, Esther Ballestrino de Careaga y otros siete compañeros y compañeras de la iglesia de la Santa Cruz luego de que el genocida Alfredo Astiz se infiltrara en el grupo de la iglesia de la Santa Cruz.
Los sacerdotes riojanos, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, fueron secuestrados, torturados y acribillados en Chamical por una patota no identificada el 18 de julio de 1976. Una semana más tarde, el laico y dirigente del Movimiento Rural de la diócesis de La Rioja, Wenceslao Pedernera, fue ejecutado en su chacra de Sañogasta por un comando de tres encapuchados. Tan sólo unos días después, el 4 de agosto, el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, fue asesinado en Punta de Los Llanos. Al igual que en el caso de Ponce de León, la modalidad elegida fue la simulación de un siniestro vial.
En todos estos hechos, las fuerzas represivas argentinas fueron señaladas como ideólogas, instigadoras y/o ejecutoras. Cada uno de nuestros Mártires -con distintas historias, formaciones, opciones, motivaciones y comunidades de pertenencia- dejó “su sangre en el lodo”; como como escribe León Gieco en su canción “La memoria”, por su tarea pastoral y social junto a los más humildes, por su compromiso con las causas evangélicas y por su profunda cercanía con los ideales de liberación. Por eso hoy los recordamos como “Mártires del Pueblo”.
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