Comunicado del equipo de sacerdotes de las villas y barrios populares de la Argentina ante la decisión del gobierno de bajar el presupuesto del Fondo de Integración Socio-Urbana. «Significa un retroceso que genera mayor exclusión y, por lo tanto, inseguridad y desintegración social«.
Una de las principales funciones del Estado es velar por los más postergados. El preámbulo dice que dos de los objetivos de la Constitución Nacional son: afianzar la justicia (los desfavorecidos que nacieron en villas y no tuvieron oportunidades necesitan la intervención del Estado) y promover el bienestar general.
Antiguamente, las villas no figuraban en los mapas. Aparecían como «espacios verdes». En un momento dado, la sociedad «se desayunó» con la existencia de las villas. Se habló de erradicación, luego de urbanización, hasta que se instaló bastante el concepto de integración urbana. Con idas y venidas se fueron dando pasos en este sentido.
Gracias al relevamiento que nos permitió llegar al RENABAP (Registro Nacional de Barrios Populares) muchos lugares históricamente ninguneados por la sociedad y por el Estado empezaron a ser tenidos en cuenta con más profundidad.
En medio de tanta deuda con los más postergados, valoramos las políticas públicas que se fueron dando en barrios populares. Las mismas posibilitaron crecer en inclusión. Así, muchos vecinos pudieron lograr mejor acceso a cloacas, agua, luz, escuela, salita y centros comunitarios. Otros pudieron ampliar y mejorar sus humildes casas.
No es bueno desenchufar el Estado de las villas y asentamientos.
Es un golpe muy duro bajar este financiamiento que beneficia a más de 5 millones de vecinos, entre los cuales la mayoría son menores.
La intervención del Estado en los más de 5000 barrios populares de todo el país no puede decaer. Bajar el presupuesto de la FISU (Fondo de Integración Socio-Urbana) sería volver para atrás. No podemos tolerar semejante retroceso que genera mayor exclusión y, por lo tanto, inseguridad y desintegración social. Prácticamente es la única política pública que apunta al núcleo duro de la pobreza.
Confiando en la capacidad de escucha y diálogo por la cual la población los eligió, pedimos al Gobierno Nacional que se revise lo que haga falta para que la Integración Socio-Urbana sea una realidad cada vez más efectiva.
Estimadas hermanas, estimados hermanos
Con estas palabras responde Jesús a los fariseos que encerrados en su comprensión de la Ley y sus tradiciones, reaccionan al ver a los hambreados discípulos de Jesús arrancar espigas un día Sábado. (Mateo 12: 1-8).
En tal sentido, las palabras de nuestro Señor Jesucristo son muy claras: No hay dogma, tradición, ley o reglamento que esté por encima del hambre.
Hoy los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, los jubilados y jubiladas, las personas enfermas con tratamientos crónicos, las que tienen que tomar un transporte público cada día para ir a trabajar, las personas asalariadas, cuentapropistas y desocupadas, los y las docentes, como así también los pequeños comerciantes y tantas otras personas, se ven enfrentadas a un modelo de libre mercado con ajustes y licuación de ingresos que está siendo aplicado sin miramientos y casi dogmáticamente, profundizando así los problemas que ya teníamos la mayoría del pueblo argentino. Todo ello en un clima de mucha violencia institucional que busca reprimir cualquier intento de expresión pública que sea crítica.
Es tiempo de Cuaresma, tiempo propicio para volvernos al Cristo de la cruz. Su obra nos invita a reconocer que el único sacrificio salvífico es el suyo. Él es el Mesías y Señor. Pero también nos llama a cargar su cruz transitando caminos de misericordia. Porque el de los sacrificios es inútil, más aún cuando las exigencias solamente recaen sobre las espaldas de los más débiles.
Es por ello, estimados hermanos y estimadas hermanas, que hacemos una invitación a todas las iglesias y comunidades a crear espacios e iniciativas comunitarias de fe, cuidado y asistencia. Son tiempos muy difíciles y debemos resistirlos con la práctica de la misericordia. Estemos atentos y atentas a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más pequeños. Agudicemos el ingenio y la disposición para servir y ayudarnos en la necesidad.
Como Federación Argentina de Iglesias Evangélicas nos comprometemos a ser instrumento al servicio de las comunidades, Congregaciones e iglesias, haciendo todo aquello que esté a nuestro alcance para gestionar ante las autoridades correspondientes y otras instancias recursos para promover la ayuda solidaria.
Confiando en que el Señor nos asistirá con su Espíritu Santo, caminemos siguiendo los pasos de Jesús en amor y misericordia. Amén.
Junta Directiva de la FAIE.
Pastor Leonardo Schindler
Presidente FAIE
El libro sapiencial de Tobías, que encontramos en el Antiguo Testamento, nos enseña: “No apartes tu rostro del pobre” (Tb 4,7). Entre las necesidades primarias, está el alimento. Por eso Jesús, se identifica con los últimos en la fila de la vida, que padecen hambre, y dice: “Tuve hambre y me diste de comer.” (Mt. 25, 35)
A su vez, como obispos, en el trato pastoral con la gente sencilla, hemos aprendido que: “un plato de comida no se le niega a nadie”. Es que en nuestra patria nadie debería pasar hambre, ya que es una tierra bendita de pan. Sin embargo, hoy, a cientos de miles de familias se les hace cada vez más difícil alimentarse bien.
La inflación desde hace años crece día a día y pega fuertemente en el precio de los alimentos. Lo siente claramente la clase media trabajadora, los jubilados y aquellos que no ven crecer sus salarios. También todo el universo de la economía popular, donde prácticamente se trabaja sin derechos. Pensemos en los vendedores ambulantes, los recicladores, los feriantes, los pequeños agricultores, los ladrilleros, los costureros, los que realizan distintas tareas de cuidado y de servicio.
Ante este escenario de trabajo sacrificado y de bajos ingresos, las familias se privan de muchas cosas. Por ejemplo, una mamá puede privarse de tomar un colectivo y camina para ahorrar, pero de ninguna manera puede no darle de comer a sus hijos. Es decir, la comida no puede ser una variable de ajuste.
Es necesario anticiparse para que esta situación no profundice la crisis alimentaria. Y para eso se debe facilitar a las personas, las comunidades y al pueblo, aquello que se necesite para ayudar a los más frágiles, especialmente a niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Ante una crisis no son suficientes los paradigmas tecnocráticos, sean estadocéntricos, sean mercadocéntricos, es necesaria la comunidad.
El tiempo de la pandemia nos enseñó el valor de la respuesta comunitaria organizada: unidos para curar, cuidar y compartir fue la consigna de ese tiempo. Se multiplicaron así, los comedores en nuestras parroquias, en las Iglesias evangélicas, entre los movimientos populares –especialmente en casa de vecinos que prestaron un lugar-.
Las grandes protagonistas fueron las mujeres. Cada una se acercó a la olla pensando no sólo en sus hijos, sino también en los de los de los vecinos, y así formaron comunidad, así formaron un pueblo que le hizo frente a un desafío inédito. Si queremos trabajar por la paz social, tenemos que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro, y su aporte al bien común.
Esa reserva está todavía presente, por eso el estado nacional, provincial y municipal, tienen que aprovecharla para que nadie se quede sin el pan de cada día. Todos los espacios de cuidado que dan de comer, todos los comedores comunitarios, de parroquias, Iglesias evangélicas, y de movimientos populares deben recibir ayuda sin dilación. Ningún sector de los que hoy están actuando, ninguna institución o Iglesia, podría hacerlo solo. La complejidad de la crisis así lo está indicando. Hay programas como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) que demostraron tener un impacto muy positivo, son fácilmente auditables y pueden aplicarse a todos estos lugares. Sin interrumpir la actividad de los espacios que continúan brindando asistencia alimentaria, se los puede auditar al mismo tiempo para que den cuenta de su transparencia y de este modo, contribuir a optimizar la ayuda sin descuidar a nadie.
Toda esta comunidad, verdadero ejército de amor y servicio, está dispuesta a dar de comer ahora porque hace falta, pero sin renunciar a seguirse poniendo la patria al hombro, para que en nuestra querida Argentina se haga realidad el sueño de Tierra, Techo, y Trabajo para cada familia.
Algunos pensadores contemporáneos plantean que vivimos la modernidad liquida, una época donde todo se diluye, se disuelve, se fragmenta, y con ella pueden llevarse también al olvido algunos pilares que nos constituyeron como Nación.
En este contexto, el evangelio que escuchamos nos habla de casa, de cimientos; nos invita a mirar lo que no se ve, pero que permite que toda construcción sea posible. Esos fundamentos que, más allá de las modas y los contextos, permiten que nos mantengamos de pie.
Nuestro país es nuestra casa. Somos conscientes que nuestra casa ha sufrido y sufre muchas tormentas; sufre torrentes de exclusión, de dignidades pisoteadas, de inflación, de grietas, de intereses mezquinos, de desencanto y de sueños rotos.
Por eso hoy nos toca a nosotros recordar, reforzar y valorar los cimientos que nos permitieron mantener viva la esperanza en lo momentos más acérrimos, porque siempre es posible renacer si lo hacemos entre todos.
Uno de los cimientos más golpeados, que necesitamos forjar nuevamente es la fraternidad. Es insistir una y mil veces con trabajar la unidad entre los argentinos. Una fraternidad que reconozca e inclusive valore las diferencias, y que estas no sean usadas para fragmentar, dividir, o enfrentarnos más, sino para encontrar nuevas respuestas a los problemas que hoy acucian. Las heridas y urgencias de nuestro pueblo piden a todos, pero especialmente a la clase dirigente la capacidad de comprometerse con la fraternidad social. Una fraternidad que no es un slogan, sino que exige la radicalidad de no enfrentarnos unos contra otros. Esta tierra supo hospedar y generar oportunidades, no nos dejemos robar la fraternidad social porque la cultura del encuentro no tiene límites, nadie es prescindible, nadie es descartable.
Es necesario aprender a reencontramos y reconocer que somos una comunidad; dejar de lado personalismos y generar consensos y acuerdos que permitan, a la creatividad y audacia, abrir nuevos caminos. Hay muchos hermanos nuestros al borde del camino que quieren ser parte viva de esta construcción.
El segundo cimiento a recuperar para que ese sueño llamado Patria siga inspirando a las nuevas generaciones, es la libertad. Como hermanos en la fe, todos los aquí presentes, compartimos la creencia en un Dios liberador. Un Dios que nos quiere liberar de la opresión, de la codicia y la avaricia, de la injusticia y la iniquidad, y de toda forma de violencia; un Dios que nos hace libres, sí, pero para ser más dignos y solidarios. Un Dios que, libres, nos impulsa a comprometernos especialmente con los que más sufren. Como nos dice el Papa Francisco: la verdadera libertad se expresa plenamente en la caridad. No hay libertad sin amor. (…) Sabemos que una de las concepciones modernas más difundidas sobre la libertad es esta: “mi libertad termina donde empieza la tuya”. ¡Pero aquí falta la relación, el vínculo! Es una visión individualista. Sin embargo, quien ha recibido el don de la liberación obrada por Dios no puede pensar que la libertad consiste en el estar lejos de los otros, sintiéndoles como molestia, no puede ver el ser humano encerrado en sí mismo, sino siempre incluido en una comunidad. La dimensión social es fundamental y nos permite mirar al bien común y no solo al interés privado.
Un tercer cimiento, es la memoria. Recuperar nuestra historia y reconocer a los hombres y mujeres que forjaron la Patria desde sus inicios y que cimentaron las bases de la organización nacional: la soberanía popular, el sistema representativo, la forma republicana, el federalismo. El testimonio de nuestros próceres y de tantos otros, su reflexión y su accionar, con sus luces y sombras, son otro cimiento fundamental. No usemos sus nombres para desunir a los argentinos.
Habrá tormentas inesperadas como fue, por ejemplo, la pandemia de covid que aún hoy nos duelen tanto sus consecuencias, pero tenemos que advertirnos de las tormentas que nosotros mismos podemos crear, y con las que hacemos tambalear la casa, nuestro querido país: las tormentas de la intolerancia, del sentirnos dueños de la verdad, los oportunismos políticos, los mensajes de desesperanza y pánico, el creer que cuanto peor, mejor. Un vendaval de conflictos y enfrentamientos que nos urgen a la reconciliación y a la paz.
Hoy es revolucionario sostenernos en la esperanza y crear oportunidades; por eso invocamos al Espíritu Santo, fuerza y amor de Dios, para que nos ayude a fraguar los cimientos de la Patria, y así, entre todos, construir nuestra casa, nuestra amada Argentina.
1- La invocación interreligiosa que se realizó durante la asunción de Milei nos marca una perspectiva respecto a los debates que se han dado en la reciente campaña electoral en cuanto al vínculo entre actores religiosos y actores políticos. Este tema, especialmente atravesado en los últimos meses por los dichos del presidente sobre el Papa y las distintas intervenciones de Francisco, con las reacciones ecos de distintos actores de la Iglesia Católica sobre propuestas primero y las medidas económicas después, y finalmente sobre las ideas y la ética de Milei a lo largo de la campaña electoral y ahora en el gobierno
2- El 10 de diciembre el arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva hizo una opción para dar palabra, también se podría decir para dar debate de algún modo, para generar un campo de reflexión e interpelación en el punto mismo de los valores, de los conceptos, de lo que él llamó en su reflexión “los cimientos”.
3- Allí hay dos niveles de planteo. En primer lugar, hace una mención a la idea de libertad, las inflexiones de la libertad desde la perspectiva cristiana o judeocristiana, más bien bíblica. Uno es la fraternidad y el otro es la memoria que está puesta allí, pensando en la historicidad.
4- Las menciones de García Cuerva en el inicio de su reflexión sobre la modernidad líquida son, justamente, una referencia a un concepto – el de modernidad líquida, desarrollado centralmente por Zygmunt Bauman, que por un lado suele aparecer en la reflexión pública o intelectual como diagnóstico, pero en muchos casos se presenta como celebración y en otros como propuesta. Al plantearlo en el nivel valórico y en el nivel conceptual, podría decirse que en ese sentido la Iglesia, o por lo menos la Iglesia representada en la voz del Arzobispo, hace un planteo de fondo donde entiende que la batalla está al nivel donde la espiritualidad y el alma condicionan, sostienen y componen una ética básica en la política.
5- Por otro lado, es interesante ver que nos encontramos con un presidente que utiliza, vive y expresa elementos religiosos como soporte conceptual, como justificación y en algunas instancias, como argumento legitimante y de explicación social de sus medidas.
6- En ese sentido, los dichos originales que Milei hizo originalmente sobre el Papa no son estrictamente sobre la figura de Bergoglio, sino que tienen función legitimación y de diferencia o confrontación profundamente conceptual, ideológica, que ancla en en el plano de lo religioso. Como contrapartida se puede asociar esto con lo que Francisco ha dicho sobre que el neoliberalismo funciona funciona como un dogma o sea, con la lógica de una religión (así lo escribe en Fratelli Tutti).
7- Milei, siendo católico de formación, manifiesta su intención de convertirse a una vertiente del judaísmo, a la lectura de la Torá y su cercanía con algunos rabinos ortodoxos. Este punto estuvo presente en la bendición que le hizo el rabino presente en la invocación, la cual tuvo una intención bastante personal. Ahí aparece una cuestión sobre cómo las legitimaciones, los soportes, las explicaciones y la simbología religiosa se articulan en beneficio de la acción política.
8- Además de la cuestión de fondo en el debate de valores, de espiritualidades y de éticas, nos parece importante tener en cuenta esto, ya que la justificación, la legitimación o la bendición de unas ideas de sacrificio están muy presentes en el despliegue de estas primeras políticas del gobierno y también en la explicación que se da respecto a la necesidad de pasar por el sufrimiento y por el sacrificio para alcanzar el bienestar, la felicidad o la salvación.
9- Es posible encontrar allí una cuestión que va a estar presente todo el tiempo en cuanto a la relación de lo religioso y lo espiritual con lo ético y lo político, en el entramado de las medidas gubernamentales, en su argumentación, en su soporte ideológico, pero también en su narrativa histórica como proceso. Se utiliza una transposición de las metáforas religiosas que vinculan al sufrimiento con la idea de la salvación, que es usada de manera fuertemente ideológica e instrumental.
10- Habrá que estar atentos en esta etapa a la relación entre el poder religioso y estos formatos específicos de discursos religiosos como los que se dan en los Tedeum, porque como muchos recordamos, tienen una historia importante en la Argentina reciente. Tomemos, por ejemplo, el sermón del Tedeum del 25 de mayo de 2003, mientras asumió Néstor Kirchner que se puede leer como un inicio de una secuencia que después fue tomando distintos registros durante el tiempo en que el eje era el kirchnerismo y Bergoglio, y que luego tomó otra forma cuando fue Cristina y Francisco. Hoy ese sermón está presente casi literalmente en un capítulo de la Fratelli Tutti, esto es, para ver las vueltas que pueden tener las textualidades a la hora de generar interpelaciones ético-políticas.
11- La posible próxima visita de Francisco a la Argentina, que en cualquiera de los casos se va a dar durante el gobierno de Milei en una situación social muy complicada, llama a estar atentos a cuáles van a ser las interpelaciones que los distintos actores religiosos y los distintos estamentos del clero, del episcopado, del laicado y de las organizaciones religiosas para con el Gobierno, la ciudadanía, los sectores populares, medios y los ganadores. Creo que no es difícil pensar cuáles van a ser las palabras de la Iglesia Católica para los afectados, para las víctimas, que seguramente serán de consuelo, de defensa, de apoyo, de asistencia, de caridad, incluso de promoción. Nos queda preguntarnos cuál va a ser la capacidad, los argumentos, las instancias y los gestos concretos con que los actores religiosos, en particular el episcopado, van a ser capaces de decir algo que afecte a los sectores que ganen en este contexto. Confiamos en el mensaje que puedan transmitir. Ahora bien, qué tipo de palabras y con qué tipo de efectividad, con qué tipo de fuerza, con qué tipo de claridad, precisión y coraje va a tener la Iglesia Católica para los ganadores del modelo, y no solo para el gobierno.
12- Finalmente, nos queda una tarea, especialmente para los cristianos que tenemos participación en ámbitos pastorales, compromisos con lo social y/o presencia en los espacios políticos y públicos, en la que debemos tener respuestas, palabras, escuchas y, sobre todo, gestos inteligentes y precisos que nos permitan ejercitar estar a la altura de la tradición cristiana en la Argentina de compromiso con la justicia y la igualdad y, ojalá, con la democracia. Además, tenemos que estar a la altura de poder traducir, como sectores cristianos en la Iglesia, en la sociedad, en la política y en todos los campos, el mensaje de Francisco en una situación que llama, como dice el Papa, a no estar con él “habría qué”, sin esperar y sin delegar en la jerarquía religiosa la toma de posición y la acción respecto a los desafíos que se vayan a repartir a partir de las próximas medidas de ajuste y del proceso económico, político y social que vivimos como país.